En abril de 2020, cuando el COVID-19 golpeaba con más fuerza a lo largo y ancho del mundo, una noticia vinculó los datos respecto a la enfermedad con la política y el discurso feminista: siete paises con mujeres al frente de su gobierno habían obtenidos mejores resultados en la gestión de la enfermedad, lo que se utilizaba como prueba de que las mujeres lo pueden hacer y de hecho lo hacen mejor que los hombres en la gestión de crisis. Analizar dicho argumento es interesante desde el punto estadístico.
Tomemos como única evidencia que siete paises con buenos datos de COVID-19 tienen a mujeres como gobernantes. La probabilidad de dicho suceso suponiendo que los dos sexos son iguales (es decir tomando como hipótesis nula que la probabilidad de que gobierne una mujer en un pais con buenos datos es 0.5) es de 0.57 =1/128. Es sin duda una probabilidad pequeña, menor que los niveles de significación más utilizados en la realización de contrastes (10%, 5%, 1%), que nos llevaría a la conclusión de que las mujeres realmente fueron mejores gestoras en la crisis.
Sin embargo, un análisis más riguroso nos debería llevar a considerar cuál es el número de paises con mujeres al frente en el mundo y de estas cuantas han obtenido mejores resultados. Según datos proporcionados por Naciones Unidas, de los 193 paises del mundo en 2019 solo 10 eran gobernados por mujeres. Si consideramos que un pais lo hace mejor si ostenta mejores datos que el 50% con peores datos, dispondríamos de la siguiente evidencia: de los 97 peores paises, 3 estarían gobernados por mujeres, y de los 96 mejores serían 7 los que contaran con una mujer al frente. Veamos cual es la probabilidad de que bajo la prudente hipótesis de que las mujeres no tienen mejor capacidad de gestión que los hombres, se haya dado dicha evidencia. Para ello debemos valernos de la distribución hipergeométrica, mas concretamente de una aplicación de dicha distribución, el test exacto de Fisher más concretamente, que bajo la hipótesis de total aleatoriedad en la asignación de elementos a la categorías dentro de la tabla dados los totales, calcula la probabilidad de obtener al menos una frecuencia concreta. En nuestro caso se debería calcular la probabilidad de que las 10 mujeres 7 o más se sitúen en el rango del 50% de paises con mejores resultados:
La evidencia tomada desde una perspectiva más global no resulta tan concluyente: no es extraño que 7 paises al menos de 10 con mujeres gobernando estén entre aquello con los mejores datos. La probabilidad en un reparto aleatorio de que dicha evidencia es de un 16.11%, lo cual llevaría a aceptar la hipótesis de aleatoriedad, y por tanto de igualdad de sexos, bajo un nivel de significación incluso del 10% (es decir, siendo bastante escépticos con la hipótesis nula de igualdad frente a aquella que establece que las mujeres son mejores).
Habría que tomar en cuenta también otros aspectos a la hora de desarrollar una investigación en relación a este tema. Entre ellos expliquemos uno de lo más significativos: más que de paises, habría que analizar la población global gobernada por mujeres, para extraer una conclusión al respecto. Y así, el porcentaje de poblacion global aportan los paises a los que se refiere la noticia (Dinamarca, Islandia, Finlandia, Alemania, Nueva Zelanda, Noruega y Taiwán) es sensiblemente inferior al porcentaje que suponen en relación al número de paises (7 de 193). Otros aspecto a tratar sería el efecto de terceras variables que actúan como factor de confusión: la mejor gestión en esos paises puede no deberse al sexo en el gobierno, sino al nivel de desarrollo humano del país, que como cualquiera puede adelantar, es mayor en los paises implicados.
En realidad, el fallo en el que han incurrido los medios de comunicación que han difundido la noticia se denomina sesgo de confirmación y consiste en recoger, analizar e interpretar los datos que forma que lleven a confirmar la idea preconcebida que se tiene entre manos, en este caso, la idea de que las mujeres han sido mejores gestoras en la crisis sanitaria. No es más que la falacia de poner el foco donde más me conviene, aunque generalmente de forma inconsciente.
Desgraciadamente, la ligereza se ha adueñado esta vez del discurso feminista, legítimo y sentido por una mayoría cada vez mas cualificada de ciudadanos. Probablemente por eso mismo, por la excesiva confianza en sus propios principios, se ha pecado de precipitación al mostrar como prueba evidente una evidencia que analizada con rigor no resulta en modo alguno concluyente.
Defender una idea con excesivo afán nos lleva frecuentemente a esgrimir argumentos engañosos y falaces, fuera de todo lógica. El hecho de que esa idea sea justa no debería eximir a sus defensores a la hora de justificar con rigor y coherencia tanto los principios de esa idea, como su evidencia.
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